sábado, 5 de febrero de 2011

Cielos Congelados

Bajo los cielos congelados de esta estúpida cuidad, que se esconde como una larva asustada entre la grandeza de su paisaje, aprendo a que el frío no se lleve lo poco que queda ya de mi inocencia, ese arrugado tubo de dentífrico que aprietas haciéndote polvo los dedos para apenas extraer la cantidad suficiente para un cepillado. Por ser tan sabio, me he vuelto tonto, y ahora sólo quiero que las flores de mi juventud me vuelvan a mentir con sus voces de niñas sonrojadas, que me lleven a donde los deseos no se diseñan con escuadra y cartabón.

Bajo la nieve fina de éste firmamento irrespirable, escucho en silencio mi propio espíritu, al que apenas le había prestado atención desde que el ruido de "mi futuro" se adueñara de todos los pasos que estoy dando. Únicamente dentro de mi alma lograré encontrar los retales de mi propia sabiduría, la que me ha curtido durante décadas y que será tan desastrosa como la de cualquiera, pero es la mía, y no estoy dispuesto a que nadie se ría de ella, ni siquiera yo, que soy muy dado a pensar que tengo mucha gracia.